Fundado en 1963 su objetivo es aportar desde la Educación y la Comunicación Popular a la defensa del territorio, a la fundación de la democracia y a la vigencia de los derechos humanos
Texto y fotos: Víctor Ibarra/IMDEC
En el corazón de San Andrés Tziróndaro, comunidad cercana al lago de Pátzcuaro, bajo el cobijo del incipiente sol que se colaba entre las ramas de los árboles frutales del huerto familiar y el calor que emanaba el atole y los uchepos calentados en el comal, inició la primera reunión del año del colectivo conformado desde hace cuatro años por personas de comunidades de esta región purhépecha y asociaciones civiles. Fue un encuentro, el 24 y 25 de enero, para dar una mirada retrospectiva del año anterior, con sus frutos y retos, analizar el contexto general y particular, así como ver los caminos por los que se seguirá transitando en este año que comienza.
Con un objetivo muy claro se reúne y realiza acciones este colectivo: “Rescatar y fortalecer nuestras raíces de la cultura purhépecha de la comunidad, las que estamos sintiendo que se nos están acabando y para preservar las que tenemos todavía, y fortalecer mucho más, ante todos los medios de comunicación que nos están bombardeando”, explica Elisa Vallejo Gaspar, de la asociación civil Tzirondarhu Anapu, integrante de este colectivo.
Desde hace más de cinco años el IMDEC ha participado en el acompañamiento formativo para la defensa de la tierra y del territorio en esta región purhépecha, el cual, como lo comenta Marisol del Toro, perteneciente a esta organización, “tiene el componente de la recuperación de la tradición y de la identidad purhépecha, con las particularidades que tienen cada una de las comunidades que participan y han participado, que han sido Nurío, La Escondida, Tzipiajo y San Andrés Tziróndaro, y San Jerónimo Purenchécuaro. Se ha conformado un colectivo, integrado por personas de estas comunidades en su momento, aunque actualmente son básicamente personas de la organización Tzirondarhu Anapu , de la Red Solidaria de Derechos Humanos (RSDH), e IMDEC”.
El aroma a copal que provenía del sahumerio fue recorriendo el círculo que formaron los integrantes del colectivo, con el fin de cada uno fuera sahumando a otr@ compañer@, para comenzar el momento de la “mística”, donde Elisa compartió a través de su voz y palabra en lengua purhépecha un mensaje de bienvenida al grupo y desearles tener un buen encuentro.
2019 retorno a las raíces
El año pasado “tratamos de conjuntar la sabiduría indígena, con técnicas agroecológicas de trabajo actuales, para evitar el uso y el abuso de sustancias químicas que dañan a la tierra”, manifiesta Juan Ignacio Cárdenas, “TataJuan”, de Tzirondarhu Anapu.
El Instituto Omatl acompañó este proceso de transición agroecológico, cuya “propuesta de evitar el uso de agroquímicos y elaborar insumos de origen local y agroecológicos, iniciando con la preparación de caldos minerales y biofertilizantes para su posterior aplicación, generó buenos resultados y expectativas de continuidad, de mejora, de seguir descubriendo”, como lo explica, Luis Peña, de Omatl.
“Los resultados fueron sumamente satisfactorios. Tuvimos campos experimentales de trabajo de siembra de maíz. Y los mejores resultados se tuvieron en un predio, donde la producción de maíz se multiplicó siete veces a lo que anteriormente se cosechaba. Y la calidad que se obtuvo de la cosecha es muy superior”, abunda “Tata Juan”.
Durante la tarde del 24, se realizó la visita a la casa de Bertha Díaz y Pedro Ciriaco, miembros del colectivo, quienes les mostraron al grupo el maíz que cosecharon de su parcela demostrativa con la que participaron en este proceso agroecológico. Se compartieron algunas mazorcas para tenerlos como semilla y utilizarlas en la siguiente temporada de siembra.
“El maíz es más pesado, más consistente. El aroma del grano es distinto que cuando se ha usado agroquímicos.”, explica Pedro.
“Es un trabajo muy pesado, pero vale la pena. Vale la pena porque es un producto que uno lo gana con su sudor, que le mete todos los esfuerzos y que sabe que está limpio de tanta contaminación que existe en nuestro planeta, en nuestra Madre Tierra. Es algo nutritivo y que aseguramos nuestra salud, que con confianza vamos a comer, sin miedo a que nos vaya a dar alguna enfermedad”, dice con orgullo Elisa.
Memoria Histórica
Otro de los temas importantes que se ha venido trabajando en el colectivo es el proyecto de la recuperación de la Memoria Histórica, que una de sus vertientes ya desde hace dos años es el trabajo con jóvenes y niños de secundarias en Tzipiajo y Tziróndaro, muy de la mano con la Red Solidaria de Derechos Humanos, para hacer un reconocimiento del territorio, de sus búsquedas, a través de la comunicación, documentando historias a través de su mirada, que puedan ser elementos y productos para fortalecer desde el colectivo y desde la comunidad hacia la misma comunidad purhépecha, y que esto se vaya multiplicando.
Nuevas generaciones
“Esta práctica y reflexión a través de la agroecología en estos años, ha dado mucha posibilidad de aterrizar que en la parcela trabajen madre, padre, hijos. Ver a los jóvenes trabajando en los procesos, los revitaliza, hace ver que la esperanza no se queda en nuestras cabezas”, comenta Marisol del Toro.
Sobre esta experiencia transgeneracional, Elisa Vallejo, habla emotivamente: “Estoy muy orgullosa de mi hijo, quien tiene más energía y le echa ganas a la parcela. Y no me dice, ´esto no sale, esto no me gusta´, como todos. Sino que dice ´Vamos mamá, vamos a echarle ganas´.
Diálogo de saberes
Elisa habla de la importancia de este espacio como colectivo, “porque los problemas y los conocimientos, todos los saberes se comparten en un espacio, y no se vive aislados, cada quien con sus preocupaciones, con sus conocimientos. En este espacio platicamos de todo. Problemas pendientes que tenemos. Nos escuchamos y nos apoyamos”.
“Los conocimientos que tenemos los compartimos. Es lo más bonito y enriquecedor. Es un espacio donde decimos que todas y todos aprendemos de todas y todos. No hay un maestro que vienen a enseñarnos. Empezando por los facilitadores, que no nos imponen. Nos dicen, no venimos a enseñar, sino que todos aprendemos de todos. Vamos a compartir”.
CAPE
La participación de miembros del colectivo en los procesos formativos, como la Comunidad de Aprendizajes para una Praxis Emancipatoria (CAPE), anualmente desde 2017 (espacio formativo de IMDEC), “hace que el compartir la experiencia con personas de otras regiones, vivir la misma experiencia, el encuentro, les permita fortalecer su acción en su territorio, y son detonantes para acciones y redes dentro del mismo colectivo”, expone Marisol.
Los caminos siguen…
La mirada del colectivo está en seguir haciendo camino al andar en todos los ámbitos que se ha propuesto, con el eje principal del fortalecimiento de sus raíces purhépechas, como forma de defensa de su tierra y territorio.
“La comunidad está muy impresionada por el resultado que se tuvo de la siembra y por el bajo costo que se hizo para obtener esos resultados. Tenemos solicitud de más personas que desean participar en este trabajo de recuperación de la siembra tradicional”, comenta “Tata Juan”.
“La continuidad requiere de trabajo en talleres de capacitación y parcelas en donde vamos caminando hacia una agricultura de vida y comunitaria, desde la organización poder construir agroecosistemas que generen vida, alimentos, saberes, alegrías, economía y el reto por alcanzar a las siguientes generaciones en un buen recuerdo, consejo y una mejor otra realidad”, agrega Luis Peña, de Omatl.
También hay una invitación a participar nuevamente en el Festival de la Semillas Nativas, en Guadalajara, en marzo de 2020, donde hace dos años integrantes del colectivo asistieron, con una experiencia muy enriquecedora.
Aportes
El colectivo valora la importancia de volver a que las fiestas no sean un lujo, que no sean un derroche de dinero. De poder decir “no quiero ser carguero (puesto otorgado a integrantes de la comunidad, encargado de organizar fiestas religiosas específicas) para tener un prestigio, sino para servir a la comunidad”. Recuperar valores ancestrales de la comunidad que se van perdiendo.
“Para el IMDEC, este convivir con la cosmovisión con los pueblos, ya desde hace muchos años, nos ha transformado como IMDEC, nos ha llevado a que ahora los procesos formativos inicien una ´mística´ y tengan como centro la mística. No sólo es sólo aprender metodología, vamos a encontrarnos como personas, como pueblos, con los elementos, con el maíz, con quienes nos han dado vida históricamente como pueblo. El aporte de los pueblos al IMDEC ha sido grande a la vida de sus integrantes”, finaliza Marisol, abrazando a su hijo Lucio, de un año, que empieza a dar sus primeros pasos en estas tierras purhépechas, con su mirada llena de curiosidad con las flores y piedras que encuentra en su camino.
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